Podemos definir al sobrepeso y la obesidad como enfermedades crónicas y multifactoriales caracterizadas por el aumento de reservas energéticas. Este balance energético positivo conlleva al aumento del peso por incremento de la grasa corporal.

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El sobrepeso se define por un IMC (índice de masa corporal) entre 25 a 29.9 y se define la obesidad por un IMC mayor de 30.

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IMC=Peso(kg)/Talla(m)2

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Aunque la obesidad es una condición clínica individual, se ha convertido en un serio problema de salud pública que va en aumento de manera exponencial. La prevalencia de sobrepeso es de 35.5% en personas mayores de 15 años y de obesidad es 18.3% para el mismo grupo etario en el Perú.

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La obesidad y el sobrepeso suelen asociarse a un abanico de síntomas que incluyen sensación de fatiga, debilidad muscular, dolor articular, somnolencia (llegando en algunos casos a la apnea obstructiva del sueño), disminución del rendimiento motor, entre otros. Además de estos síntomas físicos también suele aparecer baja autoestima, ansiedad y depresión. Dentro de los hallazgos clínicos se observa adiposidad excesiva, incremento de la circunferencia abdominal a más de 90 centímetros en los varones y más de 80 centímetros en las mujeres, acantosis nigricans en los pliegues del cuerpo (piel rugosa, áspera y de coloración oscura en cuello, axilas e ingles que es indicativa de una producción exagerada de insulina). Puede asociarse, además, al desarrollo de diabetes mellitus, hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca congestiva, várices, etcétera.

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El origen del sobrepeso es multifactorial: malos hábitos alimentarios (alimentos ricos en grasa, sal y azúcares, pero pobres en vitaminas, minerales y otros micronutrientes), sedentarismo (falta de actividad física diaria), hábitos nocivos (consumo de alcohol, cigarro, drogas). Además, existen factores no modificables como la edad, sexo, etnia y la predisposición genética. 

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La obesidad debe considerarse una enfermedad y, en ese sentido, su tratamiento tiene tres partes:

1. Cambios en el estilo de vida

2. Medidas farmacológicas

3. Procedimientos terapéuticos (tratamiento localizado)

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El cambio del estilo de vida consiste en propiciar hábitos saludables del punto de vista dietario y de la actividad física, de tal manera que se evite el balance energético positivo (y, mientras se trata la obesidad, el balance debe ser negativo). En cuanto a la dieta, esta debe constar de una alimentación variada, balanceada, completa y suficiente, siempre guiada por un personal capacitado. Debe, además, ser equilibrada en sus componentes: 55% de carbohidratos, 15% de proteínas, 20-30% de grasas y siempre el consumo de 20-30 gramos al día de fibra. En general debe haber una reducción progresiva de entre 500-1000 Kcal/día. Se debe priorizar la carne magra, los pescados, lácteos descremados, el consumo de frutas, verduras, legumbres, y el uso de aceite vegetal, evitando cocinar con grasas de origen animal (mantequilla, manteca, margarina), preferir técnicas de cocción adecuadas como vapor, plancha y evitar las frituras. En cuanto al ejercicio, la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda la práctica de ejercicio de tipo aeróbico (caminar, trotar, correr, nadar, básquet, vóley, futbol, etcétera) de treinta minutos al día, seis veces por semana. El ejercicio ayuda a establecer un balance de energía negativo, contribuye a disminuir la grasa abdominal y mejora la condición cardiorrespiratoria. Hay que tener muy presente que el ejercicio debe indicarse de acuerdo con la condición física y médica de cada paciente, siempre guiado por un profesional.

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El tratamiento farmacológico se suele reservar para pacientes con IMC mayor a 27 y/o asociado a comorbilidades (resistencia a la insulina, diabetes, hipertensión arterial, dislipidemia, sedentarismo, etcétera). El fármaco elegido, en caso de necesitarse, lo determina el médico endocrinólogo.

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En la actualidad, sumado al cambio de estilo de vida y al tratamiento farmacológico, en caso se requiera, existe la aparatología para ayudar al paciente a reducir la grasa localizada, de difícil manejo, y que persista en zonas inapropiadas (abdomen, caderas, espalda baja, brazos, etcétera) a pesar del tratamiento inicial. Además, acelera la reducción de peso en general y el resultado estético final es mucho mejor y sin la necesidad de cirugías.

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La ULTRACAVITACIÓN es una técnica de medicina estética basada en ultrasonido. Mediante la vibración se generan microburbujas que, al implosionar, destruyen el tejido graso de manera selectiva, para su eliminación por el sistema linfático, orina y heces. El mecanismo de eliminación se ve acelerado y mejorado mediante los masajes reductores y de drenaje. 

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La ELECTROESTIMULACIÓN consiste en la estimulación de la contracción muscular a una potencia mayor que la realizada por el ejercicio, lo cual permite desarrollar una más efectiva modelación del cuerpo, contrarrestar la celulitis, flacidez y también tiene efecto de drenaje. Además, las contracciones musculares permiten mayor gasto de energía, consumiendo los depósitos de grasa y, con ello, logra que su eliminación sea más efectiva. Sus beneficios son: reducir, tonificar, modelar y drenar áreas como el abdomen, caderas, muslos flácidos, glúteos flácidos, cintura, entre otros.

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Como puede apreciarse, el manejo del sobrepeso y la obesidad implica un proceso ordenado y metódico, que debe ser dirigido por un médico endocrinólogo especialmente capacitado para tal fin. Solo con la evaluación y la guía de un endocrinólogo puede ajustarse correctamente la dieta y la actividad física y, asimismo, puede valorarse si el paciente es candidato de medicación y cuál es el tipo de aparatología que más le conviene para potenciar y acelerar su tratamiento.

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Escrito por la Dra. Romyna La Rosa